lunes, 27 de enero de 2014

CUANDO FUIMOS ECOLÓGICOS

       
Latero y sillero
¡Fuimos ecológicos!, ¡los tíos más ecológicos del mundo! Si por aquellas fechas, mediado de los años cuarenta del pasado siglo XX,  hubiera habido algún Premio Internacional de Ecología y Medio Ambiente, España lo hubiera ganado merecidamente. Todo era aprovechable: latas, colillas, botellas de vidrio, basuras ...etc, nada se desperdiciaba. Teníamos montada una admirable industria del reciclado, nacida de forma espontánea y natural, medio de vida de infinidad de personas. Ahí estaba el basurero, recogiendo, de puerta en puerta, los escasos desperdicios domésticos, valiosísimo pienso para sus cerdos, auténtica base de su negocio; el colillero, rastreador incansable de las calles en la búsqueda de las codiciadas colillas, convertidas posteriormente en aparentes y flamantes cigarrillos; el latero también tenía su importancia, ya que con habilidad y oficio le soldaba un asa a las latas vacías transformándolas en utilisímos jarrillos; el recogedor de gandinga que, jugándose la vida, recorría, la vía del tren para recoger los menudos trozos de carbón, la gandinga, que solían caer de aquellas vetustas y humeantes locomotoras de vapor; el trapero; el chatarrero; y un sinfín de oficios más que formaban la primera línea de aquel benéfico ejército de recicladores.
      ¿Contaminación atmosférica?, ¿qué era eso?, sin apenas industria ni parque automovilístico, el aire se mantenía límpido daba gusto respirar. En las noches de Luna nueva, un paupérrimo alumbrado público permitía contemplar un majestuoso firmamento cuajado de estrellas. Todo el mundo estaba familiarizado con: las constelaciones y era raro el niño que no supiese señalar con precisión la situación de la estrella que marcaba el Norte, la Polar.
          Respecto a la salud, términos como: obesidad, bulimia, anorexia, liposucción… etc. no solo eran desconocidos por el común de las gentes, sino también por la clase médica. La mera visión de un gordo transitando por la vía pública hubiera sido un espectáculo digno de aparecer en los periódicos amén de ser un insulto para todos los viandantes. ¿Pero cuál era el mágico y eficaz instrumento capaz de mantener a los españoles delgados como juncos? El  invento  no   tenía  el  mayor misterio y   se  conocía corno   "la  cartilla de   racionamiento", documento  de   índole  personal  que   facultaba a  su  poseedor para  adquirir, previo  corte   del cupón correspondiente, el  panecillo  del  día, uno  por cabeza, o la cantidad de  aceite  que   se   tenía  asignada, o  cualquier otro   producto  de   primera  necesidad siempre y  cuando que  hubiera  existencias.
            ¡Hasta  el  tabaco  estaba  racionado!, aquella  si  que   fue  una eficaz medida contra el vicio de  fumar. Pero como  pasa siempre  en estos casos de  penuria, coexistía con el  mercado  legal  otro clandestino, más  conocido  como  el  estraperlo, y  al  que   se   podía  acceder  siempre  y  cuando  se  dispusiese   de los  suficientes  medios  económicos y  como  éstos  eran. escasísimos, la  población estaba bien preservada  da  caer en el  actual  y  nefasto  dispendio  consumista. Pero  no   todo  era   tan positivo  en aquella virtuosa y   austera  sociedad, ya que por  desgracia  solían  abundar  los  denominados   "enfermos  del   pecho", eufemismo utilizado  para  designar a  los  miles  de   personas  aquejadas  de   tuberculosis y que abarrotaban los sanatorios especializados. Era ésta una temible enfermedad contagiosa que, aprovechando el estado de desnutrición general, mandaba al otro barrio a casi todos los que caían en sus garras.
             Llegado  a este  punto, no   tenemos más  remedio que   reconocer que  aquella sociedad tan ecológica no se formó sin un estimable esfuerzo por parte de todos. Solo llegamos a tan alto grado de perfección después de tres años de guerra civil, en la que los españoles nos empeñamos, con una dedicación digna de mejor causa, en destruir gran parte del patrimonio nacional incluidas algunas meritorias obras de arte. Otro logro bastante conseguido mediante el conflicto, fue un eficaz control dé la natalidad, algo que tanto preocupa, hoy en día, a esta, sociedad denominada del bienestar; ¿el procedimiento?, obviamente la separación de sexos, todos los varones en edad de procrear, al campo de batalla, bajo disciplina militar y con licencia, premiada, para quitar de enmedio  a todo el que se pusiese por delante. También hay que admitir que no todo fue mérito propio, ya que la ayuda extranjera materializada en soldados, armas, y dinero fue fundamental para prolongar el conflicto acrecentando sus desastrosos efectos. Posteriormente, un eficaz bloqueo económico internacional nos mantuvo a la cabeza de la clasificación durante algunos años más. Es en estos casos cuando la ayuda de los demás suele ser decisiva.
        Como remate a lo narrado no me resisto a transcribir un pensamiento que leí hace algún tiempo en una hoja de calendario, decía así: "La guerra es una masacre entre personas que no se conocen, para provecho de personas que sí se conocen pero que no se masacran". Aunque a decir verdad, dada nuestra tan especial naturaleza, los promotores de conflictos no tienen que esforzarse mucho para arrastrarnos a semejante tipo de aventura.

Petro

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COMENTARIO DEL AUTOR

En este Blog se mostrarán ensayos y comentarios históricos. Además se intercalarán ensayos históricos que aunque no son propios, son de reconocida calidad, y que por su importancia se consideran interesantes.
La idea del seudónimo de Herodoto, tiene como fin orientar a los lectores en el apartado de Historia del Blog, ya que es fácil de recordar.Por otro lado, a Herodoto se le considera como el más posible padre de la Historia.
Herodoto